Recompensas.

Se nos acaba Noviembre y en The White House pensamos en todo lo que llevamos ya hecho, pero más – y como siempre- en el maravillosos camino que tenemos por delante hasta el mes de Junio.
Cada día, cada tarde, vemos llegar a todos nuestros alumnos con una sonrisa. Cada día, muchos arquean las cejas y preguntan cómo es posible que la clase termine tan pronto. Cada tarde hay abrazos, hay risas y hay bromas. Hay trabajo del bueno, hay esfuerzo y hay recompensas. Para todos. Para nosotros la recompensa está en sus caras, en su alegría, en su aliento. En que un alumno de 17 te diga que lo han felicitado en clase por su buen nivel de inglés ( y no al compañero del “papelito” , que pese a tenerlo y a exhibirlo como un trofeo, no ha llegado al 2 en el último examen de gramática y anda completamente perdido. Uno de muchos “perdidos con papelito”).
Cada día está jalonado con pequeñas recompensas, a veces tan imperceptibles como un pequeño apretón en una mano que te cogen en clase, una sonrisa furtiva mientras se completa un ejercicio, que un alumno adulto al que sacas 20 años conozca una canción de hace treinta que pones en clase, y le guste o que otro te diga que en el trabajo le están notando el avances en el uso del idioma “a oídos vista”...
Recompensas que son grandísimos regalos que cada día nos hacen nuestros alumnos y que convierten este trabajo en una lotería muy especial: la lotería que siempre toca.